No existe un kilometraje o un periodo de tiempo concreto que determine cuándo debemos cambiar el embrague del coche. Es decir, únicamente tenemos que cambiarlo en el momento en el que notemos que no funciona correctamente. Un automóvil que realice muchos trayectos por ciudad, con paradas y arrancadas constantes, tendrá más posibilidades de gastar el embrague que otro que circule habitualmente por carretera.
En el momento en que el disco del embrague se desgasta, notaremos que rasca cuando metemos una marcha. Si esto sucede, el disco deja de cumplir adecuadamente su función de transmitir la potencia del motor a la caja de cambios y al terreno.
Un síntoma claro de que el embrague tiene que cambiarse es si notamos que, cuando queremos adelantar o en una cuesta, aceleramos y el motor revoluciona pero realmente no se aumenta la velocidad.
También debemos pensar que tenemos que reemplazar el embrague cuando al cambiar de una marcha a otra, notamos que no se hace de forma suave, sino que tenemos la sensación de que rasca e incluso, pese a tener la velocidad adecuada, notamos que cuesta que entren las marchas.
Desde el punto de vista físico, un recorrido más corto de lo habitual del recorrido del pedal del embrague está poniendo de manifiesto que el disco está comenzando a desgastarse.
Podemos hacer una prueba para comprobar el grado de desgaste del embrague, aunque no se debe hacer con frecuencia, ya que el propio chequeo contribuye a acortar la vida útil de este componente. Debemos tener el motor del coche encendido y el freno de mano puesto.
Fuente:motor