Un automóvil está formado por múltiples elementos mecánicos, y todos ellos deben de estar en perfecto estado para garantizar, por un lado, el buen rendimiento del coche, y por otro, la seguridad de sus ocupantes y demás usuarios de la vía.

Entre esos elementos, los amortiguadores son uno de los más importantes, puesto que ayudan a la suspensión del vehículo, pero también al agarre de los neumáticos e influyen de manera determinante tanto en el comportamiento como en el confort de marcha. Las diferencias entre un amortiguador en buen estado y otro en mal estado son abismales.

Se recomienda una revisión periódica, cada 20.000 kilómetros, así como su sustitución en caso de desgaste excesivo, ya que un amortiguador en mal estado puede provocar el desgaste prematuro o desigual de otro elemento fundamental, las llantas. Los parámetros de convergencia, divergencia y la caída de estos dependen directamente del amortiguador, lo que incide en su posición respecto al suelo y funcionamiento. Estas variaciones pueden provenir de desgaste en el amortiguador, pero también de pequeños golpes que producen variaciones en los parámetros. Así, en las suspensiones –con las que trabaja el amortiguador– una caída negativa hará que se los neumáticos se desgasten más por el interior, y al revés en el caso de ser positiva. Ocurre algo parecido con las convergencias: si las ruedas no están perfectamente alineadas, sino que siempre apuntan ligeramente hacia el interior o el exterior, se producirá un exceso de desgaste el interior del neumático –cuando hay divergencia– y al revés si el exceso es de convergencia

Son pequeños detalles que a veces no notamos en la conducción diaria, y por ello es altamente recomendable realizar revisiones de los amortiguadores  y la alineación de todas las llantas con periodicidad.

Fuente: soymotor