
A grandes rasgos podemos dividirlas en dos clases atendiendo a su grado térmico: bujías frías y bujías calientes.
El grado térmico es la capacidad que tiene la bujía de disipar el calor de la cámara de combustión a la cabeza de motor donde va fijada, a tenor de factores como el tamaño del aislante central cerámico, del material con el que estén fabricadas (cobre, platino, doble platino, iridio, etc.) y su capacidad de transferir el calor y de qué esté hecho el electrodo central.
- Las bujías calientes tienen el aislador más largo y un recorrido de calor indirecto permitiendo que su punta queme los depósitos de carbonilla que puedan formarse al ir a velocidades más bajas, como cuando vamos por ciudad. Los motores de bajas prestaciones van con bujías calientes para mantener la temperatura necesaria para su óptimo rendimiento. No obstante, nuestra propia conducción puede incidir en el calentamiento del bloque motor y, por tanto, de las propias bujías.
- Las bujías frías cuentan con un aislador de punta corta y un recorrido de calor muy directo para que, al ir a altas velocidades, como cuando circulamos por carretera, no se produzca autoignición ni cascabeleo. Pero tampoco pueden quemar los restos de carbón que se depositan en los electrodos. A mayor potencia de motor, más bujías frías serán necesarias para evitar sobrecalentamientos.
Fuente: ro-des
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